El
Desde que el barco zarpó a la deriva, los infinitos días fueron transcurriendo en mi cabeza, en mis manos, en mi alma. La desolación, la ansiedad, la desidia se encontraban en mi cuerpo. Y mi corazón, preso del miedo y de la nostalgia, bailaba entre remordimientos en un triste compás, sin perder la esperanza de que algún día volvería a tocar sus manos y volvería a acariciar sus mejillas con mis dedos, volvería a notar su corazón latir en un profundo abrazo, porque dos semanas eran demasiado, he decidido que estar sin abrazarle y sin sentirle tanto tiempo me perjudicaba, nos perjudicaba, yo le dije que no viniera, que se quedara con su vida y saliera de fiesta...
Los minutos fueron tomando mi piel, y mi alma no lograba generar tranquilidad. Ya no le conocía, pues todo él sería distinto si volviera a verlo después de tanto tiempo. Tan sólo en un diario logran esconderse mis pensamientos, los cuales nadie hallaría.
Tantos momentos y días escuchando voces vacías, haciéndome a la idea de que por mucho que a la suya se pareciera, no sería ésta misma, no sería su voz la que gritara mi nombre por la calle y no serían sus abrazos los que me cubrieran bajo la lluvia, me cubría de la brisa marina antes de partir, pero cuando se fue, la lluvia y el aire frío ocuparon cada centímetro de mi cuerpo. Mi corazón quería resignarse, al igual que mi mente, pero mi rendición no se produciría debido a mis principios. "Nunca te rindas." era la frase que se localizaba en cada papel de mi diario, en cada suspiro de mis labios, en cada amanecer, en cada despedida.
Me preguntaba si aún vivía, si aquello era un sueño, si realmente tenía a una persona como el que me apoyase así, de esa manera... Me preguntaba si esa persona que me despertaba al atardecer sería aquella a la que tanto esperé. Quizás todo fuera una broma del destino, una cruel y pesada broma para poder caer en el olvido. Todas las dudas se fueron cuando sentí sus labios, después de haberlos estado esperando toda mi vida, me di cuenta de que eran los suyos, lo sabía a ciencia cierta. Nadie podía besar con tanta ternura y emoción si no era él. Mis años de esfuerzo y lucha dieron fruto. Nada podía compararse con aquel momento... Eterno y puro, para siempre.
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