Maravillosa
"Eres maravillosa: guapa, inteligente, encantadora, risueña y, por encima de todo, estás llena de vida. No es culpa tuya, no eres el fallo, no hay nada en ti que sea menos deseable, menos digno de que te quieran”.
Es fácil decírselo a una amiga, a tu hermana o a cualquier ser querido porque es realmente lo que ves en ellos, pero bastante más difícil es conseguir trasladar esa visión a sus propios ojos y lograr que se lo crean un poco.
A todos nos han rechazado o lo harán en algún punto -es evidente- no podemos gustar siempre, e incluso aunque gustemos siempre, no podemos enamorar siempre. Entonces nos rasgamos las vestiduras, nos llevamos las manos a la cabeza, nos insultamos (“es un cabrón”, “es una zorra”) o nos autocompadecemos. De alguna forma hay que reparar el orgullo. “Conmigo hubieras sido feliz”, “yo te hubiera tratado como un/a marqués/a”, “es que te gustan los malos, los que te ignoran”- esta última es mi favorita porque la situación suele darse con un hombre diciendo “es que te gustan los cabrones, los que pasan de ti”en plan crítica a la mujer que les interesa que ¡oh ironía! pasa de él.
Sí, es cierto, todo esto podría haber funcionado ¡lo sé! soy una tía de puta madre (o eso dice mi abuela de forma más fina), pero no lo hizo y no fue culpa mía ni tuya, es que no hicimos clic, al menos esa es mi teoría. ¿Para qué amargarse?
Solía consolar a mis amigas en sus rupturas o malas decisiones sentimentales criticando a “el otro”. Ese insensato mujeriego y traidor a quien le recomendaría unas buenas gafas para que observara mejor la enorme oportunidad que se perdía por irse con “la otra” o por irse solo, por decidir que ELLA, mi fantástica amiga, no era suficiente. Qué tontería. Como si las personas tuviésemos medidas, como si el cuento de ser demasiado o demasiado poco no fuera un calmante marca blanca que nadie termina de creerse. Ahora no busco culpables, abrazo a mi amiga, que al final es lo importante.
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