El 1 de septiembre es algo así como el 1 de enero, es un 1 de enero por segunda vez, como otra oportunidad. Cada vez que se acerca el 1 de septiembre las dietas y los propósitos de nuevo curso vuelan. Como un aliento de esperanza "¡venga va, esta vez sí!". Y estudias más que en julio, aunque menos que en enero, empiezas a comer bien, te despides de los helados de fresa con sirope, de la playa y de remolonear en la cama. Pones el despertador, retomas la agenda, los libros, el gimnasio… Te das otra oportunidad de ser un chico de revista, de construirte para el próximo verano, de ser sobresaliente en clase y de mantener el máximo tiempo posible tu moreno, del que cada año -inevitablemente- terminas llorando su pérdida. Maldita melanina.
Y volvemos a la rutina, a sentirnos llenos de obligaciones y de energía. Qué gustito. Así que, aunque en octubre dejes la dieta, te empiece a dar pereza estudiar, dejes todo para el último momento o ya hayas vuelto a tu original tono de piel zombie, disfrutemos este 1 de septiembre como si fuese a durar para siempre.
Y volvemos a la rutina, a sentirnos llenos de obligaciones y de energía. Qué gustito. Así que, aunque en octubre dejes la dieta, te empiece a dar pereza estudiar, dejes todo para el último momento o ya hayas vuelto a tu original tono de piel zombie, disfrutemos este 1 de septiembre como si fuese a durar para siempre.
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