Él

Confiar en alguien me enseñó a no confiar en nadie. Reír, disfrutar, enloquecer, perder la cordura, ser feliz. Todo esto me llevó a llorar, a entristecerme, a perder las fuerzas por todo, a desilusionarme. 
Me marchitaron las esperanzas de ser feliz, de conseguir mis metas, mis sueños. Pisotearon lo que construí con mucho cuidado, pero también lo que deseaba construir con todas mis ilusiones. Fue así como lentamente todo el mundo se caía encima de mi pequeño cuerpo que no podía con todo, como cada día me costaba más esfuerzo levantarme, es más, temía que sonara el despertador; sabía que el día de hoy sería peor que el anterior, y cada día era peor y peor.
Y así conseguían que cada sonrisa se convirtiera en una fría lágrima, eran felices así, tratando de romper cada mínima ilusión que depositaba en algo, tratando de hacer de mi mundo un universo gris y oscuro, del que no pueda salir y me encierre ahí para siempre. 
Pero entonces aparecía él con su sonrisa, con es abrazo, con esas ganas de disfrutar la vida minuto a minuto, de ser feliz, de dejar todo atrás y mirar lo que nos queda por vivir; aparecía él y me hacía renacer, olvidar. Me enseñaba a volver a vivir aunque fuera solo un instante, aún a sabiendas de que esa sensación de soledad, de querer acabar con todo volvería con su ausencia. Aún así conseguía robarme la más sincera sonrisa en el momento más difícil, y es sólo el, la única persona que me hace reír y llorar al mismo tiempo, aunque esté pasando por el peor de mis momentos me hace sacar una sonrisa, una sincera sonrisa al lado de una lágrima.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Si tengo que pedírtelo ya no lo quiero.

Amor purgatorio