Hartémonos de ser bronce
Nunca sé cómo empezar, así que empezaré por el final. Empezaré diciendo que no queríamos irnos, pero nos fuimos, por el mismo camino, aunque desapareció en la noche y me despedí con la mano, sin más. No me di la vuelta a ver si te habías movido, porque sabía que no lo habías hecho (no se oían pisadas, solo tu respiración contenida). Y sonreí. Andábamos a la par, primero el pie derecho y luego el izquierdo. Me fijé porque mi timidez no me permitía mirarte a los ojos como antes. Nos levantamos del banco, sin saber qué hacer. Creo que creíamos que estábamos unidos por un lazo invisible que ataba nuestras lenguas y, cuando nos alejábamos mucho, la cuerda se tensaba y nos impulsaba a juntarnos de nuevo y besarnos (y a hablarnos de todo eso que no se puede hablar con nadie más). Tú aprendías a descifrar mis paréntesis, todo aquello que la gente no da importancia porque está entre dos líneas, y yo aprendía a borrar tus puntos finales. Tú apoyaste tu mano en mi rodilla. No sé si lo hiciste a propósito, pero funcionó, y te miré y te encontré mirándome. Te observé a través de mis gafas, y deseé no llevarlas puestas para que no existiera ninguna barrera entre tus ojos y los míos. Tu iris era del color del cobre a la luz del sol y los míos del color de la estaño mojado por la lluvia. Me pregunté cómo dos cosas tan frías podían formar algo tan cálido, como el cobre y el estaño podían formar el bronce. Escuchábamos música. Yo era más de rock y tu más de canciones.. bueno, canciones... ¿Alguna vez has puesto una canción de rock y una lenta a la vez? No tienen nada en común. Pero es algo especial. Algo como nosotros. Tú estabas saliendo del barco con la sonrisa llena. El resto de personas la tenían vacía (y di las gracias, y me harté de darlas). No quería pensar que me estarías buscando entre la gente, justamente a mí. Así que te esperé apoyada detrás de la gente. Y te dije que te quería. Y tú sonreíste. Tu sonrisa no era la más bonita del mundo, pero se me antojó demasiado hermosa. Y me pregunté cómo era junto a la mía, y lo bonito que sería verlo si no cerrara los ojos cada vez que me rozabas.
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