El verano
Puede parecer pecado nombrarle a estas alturas del año, casi ni hemos comenzado, no está permitido pensar en el final, porque no es tiempo para ello.
Nuestro querido verano se creó para eliminar las preocupaciones, para tomarnos un descanso y poder admirar todo lo que vamos consiguiendo año tras año. Dicen que todas las mañanas de playa y todas las cervezas a media tarde crean recuerdos que perduran toda una vida. Que sus noches eternas esconden secretos y que los secretos del verano son envidiados por el resto de estaciones. Que el verano no llama a tu puerta, el verano la derriba y te obliga a disfrutar. Dicen que es tan fugaz como las estrellas de una noche de San Juan, pero también dicen que en la brevedad de las cosas está su belleza.
El verano se creó para echar de menos, para dar vida a las despedidas y a los reencuentros. El verano se creó por y para el mar. Para hablar con él y que nos aconseje y para que en un baño en pleno julio su oleaje se lleve todas nuestras dudas al abismo.
El verano es una estación de la que nunca dejan de salir trenes, a donde quieras y cuando quieras. Es un billete a amores imposibles, a promesas infranqueables y a días irrepetibles. El verano es una parada en la que quedarnos para siempre.
Es calor, pero nunca el suficiente como para que yo deje de necesitar tus abrazos.
Es esperanza, porque en verano todos los días se puede.
Es extrañar, porque lo que más me apetece es pasarlo a tu lado.
Esto es para ti, Septiembre. Porque sé que volverás, pero también sé que tienes muchas formas de hacerlo. Tómate tu tiempo en regresar y no me olvides.
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