Se entregaba, se daba a él...
Dejaba de ser ella, para ser ella en sus manos. Unas manos que tenían el poder de tranquilizarla con la caricia de un solo dedo, relajarla hasta el punto de quedarse dormida bajo un único índice que no dejaba de dibujarle la espalda.
Las mismas manos que podían excitarla hasta límites desconocidos, que la conducían a las nubes, que la elevaban al éxtasis con la serenidad de quien conoce todos los senderos del placer.
Se abandonaba a aquellas manos, se dejaba hacer, era suya...
Dejaba de ser ella, para ser ella en sus manos. Unas manos que tenían el poder de tranquilizarla con la caricia de un solo dedo, relajarla hasta el punto de quedarse dormida bajo un único índice que no dejaba de dibujarle la espalda.
Las mismas manos que podían excitarla hasta límites desconocidos, que la conducían a las nubes, que la elevaban al éxtasis con la serenidad de quien conoce todos los senderos del placer.
Se abandonaba a aquellas manos, se dejaba hacer, era suya...
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