Eras como mi sueño, eras perfecto, aunque ya se sabe que lo perfecto no suele ser real. Digamos que no imaginaba encontrarte, pero aun si sucedió. Demasiada “casualidad” como para no ser el destino. Nunca olvidare esa primera cita, esas miradas y el olor de tu perfume que, simplemente, me sacaba de mi eje. Siempre me hizo querer abrazarte de forma frenética, pero no lo hacía, no podía dejar a la vista lo mucho que te quería , no más de lo que tú ya sabías. Eras tan indescifrable para mí. Un día un príncipe encantador y otro una persona tan distante, que hasta parecía que te daba lastima lo que sentía por ti. Perdí la cuenta de cuántas veces desapareciste y cuantas te esperé en silencio. Mintiéndome, sintiendo que me faltaba algo, pero sin aceptar que lo que me faltaba eras tú. Siempre prefería pensar en lo peor, porque si me permitía pensar que me querías, aunque sólo fuera un poquito, lo hubiese intentado una y otra vez. Hasta perderme a mí misma. Me hic...
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Mostrando entradas de septiembre, 2016
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Si supiese que tirar todas nuestras fotos por la ventana me serviría para olvidarte; lo haría. Lo que pasa, mi amor, es que antes de ti hubo otros, que también me desgarraron la piel y me castigaron con el estruendo de sus pasos al marcharse. Y también rompí sus fotos, y también quemé sus cartas, y aprendí que los besos son más que instantáneas captadas con tu móvil un domingo en el parque y que los ‘te quiero’ son más que palabras escritas en un papel. Así que he cogido todas las fotos en las que salimos los dos -no digo juntos porque me ahogo al recordar que un día existimos el uno al lado del otro- y las he pegado en en el techo de mi habitación, para recordar cada mañana que esa es la menor distancia que va a haber entre tú y mi cama. Porque has decidido llevarte la primavera a otra casa y no volver a dar la vuelta al mundo entre mis sábanas; o así me sentía yo. Porque has decidido colar el invierno por mi ventana y...
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El amor no son mariposas destrozándote el estómago. No son fuegos artificiales. No son los cuentos de Disney, no es Noa. No son Romeo y Julieta. El amor es reírse a carcajadas. Es poder llorar sin sentir vergüenza. Son las llamadas a las tantas de la madrugada para calmar la angustia. Es poder ser tú misma, sin tener que disimular. Es ese abrazo que te hace sentir segura. Esa mirada que no necesita rellenarse con palabras. Ese mensaje contando lo desastroso que ha sido tu día . El amor no es morirte por nadie. Ni que se mueran por ti. El amor es saber, sin ningún tipo de duda, que en cualquier momento, a cualquier hora, en cualquier circunstancia, puedes contar con alguien. Así pues, el amor es, sencillamente, esa persona que consiga que los fantasmas de tu pasado dejen de atormentarte. Que vuelvas a fiarte de tu sombra. Que, de una vez por todas, puedas perdonar y perdonarte. Que cada mañana te despiertes con ese hambre voraz de los que salen a la vida a comerse el mundo. Q...
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Y de repente un día te das cuenta y abres los ojos y ves el mundo desde otra perspectiva, y ves que en la vida real nadie dice esas frases de película, “ nadie va a alcanzarte la luna para hacerte feliz”, “ni va a cruzar un océano para darte un abrazo”, “ni te perseguirá por un aeropuerto esperando que no te vayas”. Y ves que las historias de amor solo son canciones que nos hacen soñar, que las personas cuentan mentiras, que es más fácil siempre perdonar que olvidar, y que las cosas nunca vuelven a ser igual después de haberse estropeado… y lo que es peor… que la vida nos enseña a madurar a base de golpes.
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Es alucinante dar con ese alguien que te pone nervioso, que te hace sentir raro, con el que deliras y enloqueces, que te hace decir tonterías y hacer estupideces, que te perturba y te trastoca, con el que te desequilibras y te descontrolas, que te seduce, te fascina, te invade y no puedas dejar de pensarle...
Hoy suena música lenta y dejo la tristeza detrás de la puerta.
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Se entregaba, se daba a él... Dejaba de ser ella, para ser ella en sus manos. Unas manos que tenían el poder de tranquilizarla con la caricia de un solo dedo, relajarla hasta el punto de quedarse dormida bajo un único índice que no dejaba de dibujarle la espalda. Las mismas manos que podían excitarla hasta límites desconocidos, que la conducían a las nubes, que la elevaban al éxtasis con la serenidad de quien conoce todos los senderos del placer. Se abandonaba a aquellas manos , se dejaba hacer, era suya...