~Cualquier cosa valdrá la pena.
Inútiles promesas andan muertas como el deseo apagado en el cenicero de la pasión. Latidos sospechosos de vidas aparentemente grises y mediocres. Recuerdos grabados a fuego en la primera capa de la piel. Mi vida perpleja, dudosa, en diagonal, apretujada por tu culpa, sin ti. Mis días sin agenda, mis horas mudas, mi dolor callado, sin ti. Mi amor imperfecto recosido a golpes de desamor, a golpes de deseo, sin ti. Las aristas afiladas de mi letra pequeñísima que tiene miedo a equivocarse y se esconde entre las líneas de la cuadrícula para que no la juzguen, para que no la condenen, para que la dejen de amar. Sin ti. Sin. Y todos los sueños míos todavía contigo. Cómo si todavía tuvieras días, y pudieras seguir prometiendo.
Prometer no ponerse nunca más ningún límite y asumir la libertad, sin ninguna cadena más. Prometer no tener miedo a perder de vista el horizonte, volver al océano, olvidar la tierra, dejarse deslizar cubierta abajo. Prometer no aferrarse a ninguna parte. Prometer ser. Y, en los intentos, ir dejando de prometer. Hasta que no quede ninguna. Hasta que aparezcas en mar abierto y no quede ninguna isla donde te puedan escupir las olas. Hasta que queden cortados todos los caminos. También los del agua.
El ruido del mar te lo vuelve a decir: no te sujetes a ninguna parte. Estate cada vez más cerca de tí mismo. Tienes miedo de no saber qué será, y te olvidas que el que será mañana lo estás construyendo hoy. Sé tú siempre, entero. Permite que las olas gigantescas te rodeen, te dejen sordo, te abracen, e incluso te golpeen. Sé tú todavía, bien atravesado en la tierra, bien dentro de esta agua que te dice que sigues vivo, bien cerca también del cielo, con la luz encendida por los sueños que nunca mueren. Estate cada vez más cerca de ti mismo.
El ruido del mar te lo vuelve a decir: no te sujetes a ninguna parte. Estate cada vez más cerca de tí mismo. Tienes miedo de no saber qué será, y te olvidas que el que será mañana lo estás construyendo hoy. Sé tú siempre, entero. Permite que las olas gigantescas te rodeen, te dejen sordo, te abracen, e incluso te golpeen. Sé tú todavía, bien atravesado en la tierra, bien dentro de esta agua que te dice que sigues vivo, bien cerca también del cielo, con la luz encendida por los sueños que nunca mueren. Estate cada vez más cerca de ti mismo.
Y yo, sin saber por qué, volveré a ti. Volveremos a renacer o a morir, pero cualquier cosa valdrá la pena.
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