De tanto en tanto rebusco en mis recuerdos, se mezclan sensaciones y setimientos. Mi vida era facil, vivía en paz, sola con mis pensamientos. Más un día llegó a esta un estúpido momento, que por muy estúpido que sea este, aun lo recuerdo. El día más maravilloso, más auténtico, ese en que dejaste que te acariciara lentamente todo el cuerpo, el día en que llegaste a mí haciendo que todo me quedara pequeño, el día en que las huellas de tus dedos se clavaron en mis huesos, ese día en el que tatuaste tus labios en los mios, aquel en el que dejaste firmadas dos simples palabras que aunque para tí no puedan significar nada, para mí son algo más que el universo.
Aquel... que recuerdo... como el día que me diste las gracias por seguirte queriendo, o por empezar a hacerlo.
Si tengo que pedírtelo ya no lo quiero.
No te voy a pedir que me des un beso. Ni que me pidas perdón cuando creo que lo has hecho mal o que te has equivocado. Tampoco voy a pedirte que me abraces cuando más lo necesito, o que me invites a cenar el día de nuestro aniversario. No te voy a pedir que nos vayamos a recorrer mundo, a vivir nuevas experiencias, y mucho menos te voy a pedir que me des la mano cuando estemos en mitad de la ciudad. No te voy a pedir que me digas lo guapa que voy, aunque sea mentira, ni que me escribas nada bonito. No voy a pedirte que aparezcas en la puerta de mi casa con una rosa como tanto me gustaría. Tampoco te voy a pedir que me llames para contarme qué tal te fue la noche, ni que me digas que me echas de menos. No te voy a pedir que me rías las gracias, ni que hagas el tonto conmigo cuando mis ánimos están por los suelos, y por supuesto, no te pediré que me apoyes en mis decisiones. Tampoco te voy a pedir que me escuches cuando tengo mil historias que ...
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