Sabía que no era una buena influencia, pero sus ganas eran más fuertes que sus reparos y exaltaban su impaciencia.
No podía reprimir lo que le provocaba, lo que le hacía sentir... esa incitación pecando en sus entrañas. Esa atracción gravitatoria que la hacía revolotear en torno a él, como una polilla gira al calor de su bombilla, paralizada, sin remisión, a sabiendas de que le quemaría, de que la consumiría...
Aún así no era capaz de escapar a su influjo, doblegada su voluntad por la quemazón que le provocaba con su sola presencia, porque desde el primer momento, tuvo la certeza que era el diablo perfecto para adueñarse del infierno que le ardía dentro...
Si tengo que pedírtelo ya no lo quiero.
No te voy a pedir que me des un beso. Ni que me pidas perdón cuando creo que lo has hecho mal o que te has equivocado. Tampoco voy a pedirte que me abraces cuando más lo necesito, o que me invites a cenar el día de nuestro aniversario. No te voy a pedir que nos vayamos a recorrer mundo, a vivir nuevas experiencias, y mucho menos te voy a pedir que me des la mano cuando estemos en mitad de la ciudad. No te voy a pedir que me digas lo guapa que voy, aunque sea mentira, ni que me escribas nada bonito. No voy a pedirte que aparezcas en la puerta de mi casa con una rosa como tanto me gustaría. Tampoco te voy a pedir que me llames para contarme qué tal te fue la noche, ni que me digas que me echas de menos. No te voy a pedir que me rías las gracias, ni que hagas el tonto conmigo cuando mis ánimos están por los suelos, y por supuesto, no te pediré que me apoyes en mis decisiones. Tampoco te voy a pedir que me escuches cuando tengo mil historias que ...
Comentarios
Publicar un comentario